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jueves, 26 de febrero de 2015

Los ritmos de la alimentación

La capacidad humana para procesar los alimentos se funda en el funcionamiento eficaz de tres ciclos regulares de ocho horas cada uno. Respetar estos ritmos elementales de nutrición permite un mejor aprovechamiento de la energía, da fuerzas para regular los propios sistemas neuroquímicos y neuroglandulares (hormonas, glándulas principales, neurotransmisores y sistema nervioso). Los ritmos de alimentación positivos favorecen la regeneración, haciendo que con el tiempo el cuerpo cada vez esté más saludable.












Estos ciclos se basan en funciones corporales. Los horarios son aproximados pues lo que se recomienda es escuchar al cuerpo de cada uno. Ellos son:


Horario de 6 a.m. a 13 hs.


Eliminación: de desechos corporales y restos de alimentos, el organismo se deshace de sustancias tóxicas por las vías digestiva, urinaria, respiratoria y piel.

Horario de 13 a 21 hs.


Apropiación, ingestión y digestión: se ingieren y digieren los alimentos, son las horas más adecuadas para hacer las comidas más importantes.

Horario de 21 a 6 a.m.


Asimilación: se absorben y se usa parte de los alimentos que se ingieren, es el tiempo del reposo digestivo; conviene no ingerir alimentos, al dormir el cuerpo asimila lo que tomó durante el día.

Consejos


• Es conveniente cenar temprano de manera que puedan pasar por lo menos tres horas antes de irse a dormir, para que el ciclo de asimilación pueda empezar a su hora.

• Si se cena tarde los alimentos no han sido digeridos y no están listos para ser asimilados, los ciclos regulares se alteran y se sienten los efectos al despertar.

• En cuanto al peso corporal si se ingiere un desayuno, un almuerzo y una cena abundantes, es mucho más el tiempo que el organismo dedica a la apropiación que a la eliminación y el resultado es un exceso de peso. Es necesario respetar los tiempos de apropiación y de asimilación.

Asesoramiento: Marta Costas, asesora nutricional.

sábado, 21 de febrero de 2015

¿Cómo los alimentos afectan el estado de ánimo?

Sepa qué comer para tener sus energías al máximo… ¡sin engordar!


























Aunque el cerebro sólo representa alrededor del 2 por ciento del peso corporal total, es un devorador de la energía que ingresamos a través de los alimentos: se lleva al menos un 20% de ella para tener las neuronas permanentemente conectadas. Nuestra central nerviosa necesita combustible de manera continua para poder funcionar de manera óptima, y no solo la falta de 
vitaminas y nutrientes la ponen de mal humor, también algunos hábitos alimentarios. Comer rápido o estresados, no tener una alimentación variada, hacer ayunos prolongados o dietas hipocalóricas, comidas abundantes y alimentos tóxicos pueden alterar nuestro estado de ánimo. Fatiga, insomnio, desgano, irritabilidad, sensación de pesadez, mal humor, falta de concentración y de memoria, podrían ser consecuencia de una mala alimentación. Ya que el medio ambiente nos somete a estímulos cotidianos muy estresantes, es imprescindible que nuestra forma de comer nos fortifique física y mentalmente.

HÁBITOS ALIMENTARIOS QUE “ALTERAN”


Ponen de malhumor, deprimen, quitan la energía y causan problemas de salud.

Saltear comidas o hacer ayunos prolongados = falta de energía y malhumor.


El problema: Pasar varias horas sin comer, puede provocar descensos abruptos de la gluce­mia, que es el nivel de glucosa libre en sangre. Justamente, la principal energía que necesita el cerebro para funcionar es la glucosa. Cuando el azúcar en la sangre disminuye rápidamente, el cerebro y el sistema nervioso son los primeros en resultar afectados. Comer dulces, pastelería y “snacks” suelen ser el primer impulso que surge ante esta caída del azúcar.

Consecuencias: Decaimiento, sensación de estar flojos, mareados, sin ánimo o ganas, con malhumor o dificultades para la concentración.

Solución: Organizar bien las cuatro comidas diarias, no saltear ninguna, realizar colaciones con cereales integrales o frutas o lácteos.


Comer en exceso = desgano


El problema: Si comemos copioso el organismo tendrá que hacer un esfuerzo extra para digerir los alimentos. Los trastornos digestivos retacean la energía disponible para el cerebro.

Consecuencias: Alteración de la digestión, dispepsia, acidez, malestar general, somnolencia, pesadez, desgano, dolor de cabeza.

• Solución: Comer inteligentemente, para poder aprovechar los alimentos en función de las tareas y actividades diarias. Evitar las combinaciones de difícil digestión, como las grasas saturadas con los aceites reutilizados. Elegir alimentos de fácil digestión y en cantidades adecuadas.

Comer estresados = problemas digestivos crónicos


El problema: Si comemos estresados traga­mos aire, no masticamos bien los alimentos, digerimos mal y hacemos una selección no saludable de ellos.

Consecuencias: Acidez, trastornos digesti­vos, dispepsia, meteorismo, distensión abdomi­nal, malestar general, pesadez. Mala absorción de nutrientes, mayor estrés físico y mental.

Solución: Aprender a relajarse antes de co­menzar a comer: realizar unas 5 a 10 respiracio­nes largas y profundas. Ya en la mesa, agradecer los alimentos, disfrutarlos, masticarlos lenta­mente. Transfórmese en un comedor lento, y concéntrese en lo que está haciendo, dejando de lado las preocupaciones.

Omitir un grupo de alimentos = problemas de salud


El problema: Ya sea por preferencias, como es el caso de las personas a las que no les gusta consumir ni frutas ni verduras, o por dietas que excluyen ciertos alimentos como las carnes, omitir un grupo de alimentos aumenta el riesgo de carecer de nutrientes indispensables para el organismo. Para funcionar a pleno, el cerebro necesita vitaminas, minerales y aminoácidos que son precursores de los neurotransmisores que estabilizan nuestro estado de ánimo.

Consecuencias: Puede haber anemia y desgano, bajas defensas inmunológicas, o lípidos altos, hipertensión, problemas cardiovasculares.

Solución: Comer variado incluyendo alimentos protectores: carnes, lácteos, huevos, verduras, frutas, legumbres y aceites vegetales. En los casos de dietas vegetarianas o para bajar de peso, deben tener seguimiento profesional.

Abusar de un grupo de alimentos = aumento de peso, irritabilidad


Problema: Generalmente este exceso implica un consumo deficitario de otro grupo de alimentos. Por ejemplo, en el caso de las dietas muy carnívoras, que no incluyen casi frutas ni verduras. También hay formas de alimentarse con exceso de alimentos no protectores, es decir, azúcares, gaseosas, dulces y grasas animales.

Consecuencias: Puede haber aumento de peso, conductas alimentarias compulsivas, irritabilidad, malestar general. También carencia de nutrientes y más posibilidades de desarrollar cáncer por no consumir ciertos alimentos que son preventivos, como las frutas y verduras.

Solución: Comer variado de todos los alimentos, especialmente de los protectores, y reducir al mínimo los no protectores. Buscar ayuda profesional para lograrlo.


Conducta dietante = frustración y depresión


El problema: Las personas que viven haciendo dietas restrictivas, no solo incrementan el riesgo de desarrollar obesidad en el futuro, someten al organismo a continuas fluctuaciones metabólicas estresantes, que indefectiblemente derivan en carencia de nutrientes y malestar emocional.

Consecuencias: Aumento de peso, desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria, carencia de nutrientes, malhumor, frustración, nerviosismo, irritabilidad, cansancio, depresión.

Solución: Seguir las leyes de la alimentación que son la ley de la cantidad, de la calidad, la armonía y la adecuación. Recurra a un nutricionista que las siga al momento de darle un plan de alimentación bien balanceado. Además es fundamental recibir ayuda profesional para cambiar el estilo de vida en lugar de hacer dietas restrictivas.

Artículo publicado en la revista Buena Salud.